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jueves, 9 de octubre de 2014

Adiós de Baztan a las Hijas de la Caridad tras 155 años


Ya no están en ‘la casa’ y nada será igual. El centro se mantiene desde 1850, pero sin las monjas que con su marcha cierran un siglo y medio de presencia y servicio

ELIZONDO -Ayer, al mediodía, cuando la Casa de Misericordia baztandarra estaba ya en su diaria y plena actividad nunca rutinaria porque siempre hay alguna novedad, se despidieron de los residentes y la amplia nómina del establecimiento, con algunas lágrimas como no podía ser de otra forma, y emprendieron el viaje a sus nuevos destinos. Se fueron en silencio, sin grandes alharacas y, lo dicen las crónicas, sin el “entusiasmo de las autoridades y el pueblo” con que fueron recibidas.



Llegaron a Elizondo el 6 de mayo de 1859, cinco Hijas de la Caridad y sor Concepción Zugarramurdi como Hermana Sirviente para “servir en el nuevo edificio que acababa de construirse de Casa de Misericordia”. Y de forma dolorosamente inesperada e imprevisible para la inmensa mayoría de los baztandarras se van después de siglo y medio dedicado a los cientos de personas que han pasado, vivido y trabajado en la que ahora es llamada Residencia de Ancianos Francisco Joaquín de Iriarte, en memoria del sacerdote del vecino Gartzain que fue máximo promotor.
“Por supuesto que es muy duro y se nos hace muy cuesta arriba dejarla casa, son ya muchos años aquí y es como si dejáramos a nuestra propia familia, porque la convivencia diaria y continua te hace conocer y coger cariño personalmente a todos”, explica no sin cierta resignación y conformismo sor Teresa, que ha ejercido de superiora en sus nueve años de estancia y ahora se traslada a Bera, cerca y lejos según se mire.
Eran cinco las que quedaban de un número bastante más elevado que estuvieron hasta el curso 1976-77, cuando dejaron la enseñanza, que también mantuvieron escuela de educación infantil (de párvulos o parvulitos, como se decía entonces) de la que apenas hace nada una de las últimas alumnas ha regalado una foto para el recuerdo de compañeras y compañeros. Además de sor Teresa, sor Teresa de Etxalar (por distinguir) y sor Begoña se trasladan a la Casa de Misericordia de Pamplona, sor Pilar se encontraba temporalmente al cuidado de sus familiares, y la más veterana, sor Luciana, ya marchó días atrás al retiro conventual de Pamplona.
Las primeras hermanas, hablamos de hace siglo y medio, contaban que fueron duros los comienzos porque los recursos eran escasos. Pero las personas que formaban entonces la Junta de la Misericordia “consiguieron estimular la generosidad de las gentes del valle de tal manera que muchos aportaron limosnas, cuotas y mandas” y no descansaron “hasta conseguir también fondos municipales”. En aquel entonces la casa estaba organizada de modo que las hermanas podían atender “a unos cuarenta ancianos y otras tantas ancianas”, y muy desde su llegada abrieron una clase para educación de 40 niños párvulos de ambos sexos.
De aquella labor pedagógica se recuerda a sor Dolores, una catalana bendita de Dios, que cinco minutos antes de la salida vespertina encargaba a dos alumnos que cerraran las contraventanas del aula, lo que estos aprovechaban para saltar a la calle y ganar unos minutos de libertad infantil. El caso es que a sor Dolores no debían importarle mucho aquellas fugas, porque más o menos los encargados del asunto eran los mismos.
Así, los años fueron pasando y cuando las condiciones de pobreza se agravaron, las hermanas se vieron en la necesidad de acoger a niños y niñas huérfanos o que sus padres no podían atender para su crianza y educación. La casa no reunía condiciones para que alumnado y ancianos pudieran vivir con independencia y es entonces cuando plantean al pueblo construir un modesto edificio anejo para trasladar las clases, lo que se hace en 1932 y culmina en 1935. La actividad educativa duraría pues 40 años.
Antes en 1904, se inaugura el Hospital de San Martín (actual Centro de Salud) que costea doña María Zozaya y al que la labor de las Hijas de la Caridad ha estado también muy ligada de encargadas de la enfermería. El hospital podía acoger y atender a 20 enfermos y en él se operaba y asistía gratis a todos los vecinos de Baztan que lo solicitaran. Auténtica institución fue sor Luciana (que marchó hace unos días) de la que con cariño se decía que “se ha ido encogiendo a causa de los rayos X” de los que se ocupaba, mano derecha de Eusebio Urrutia, un doctor también inolvidable.
La vida es un continuo fluir, en 1983 se inaugura la actual residencia y deja de ser conocida como Casa de Misericordia, La Meca igual que la de Pamplona. Uno ha conocido la casa con el agua y la humedad chorreando paredes frente a la moderna comodidad actual donde todo es nuevo y no faltan el calor mecánico ni el humano. Aunque desde ayer con el traslado, la marcha, de las Hijas de la Caridad ya todo será muy distinto.

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