El barrio de Ontupaia, en la ciudad mozambiqueña de Nacala, tiene una extensión de unos cinco kilómetros de largo por uno de ancho. Se ha ido formando en paralelo a la carretera que lleva a la playa y al nuevo aeropuerto. La población se calcula que ya ha superado los 25.000 habitantes. Casi todos son campesinos venidos del interior del país. La llegada de nuevas familias es imparable. Las obras del nuevo puerto son un reclamo irresistible para los que huyen de la pobreza del campo con el riesgo de caer en la miseria de la ciudad. Nacala es el puerto natural más grande del oriente africano. Tiene una profundidad de 60 metros y una bocana de 800. El crecimiento económico del país está resultando decisivo para la inversión en infraestructuras. En las obras del nuevo puerto el gobierno y las grandes multinacionales se van a gastar 1.500 millones de dólares. La riqueza mineral que guarda el subsuelo de Mozambique tiene mucho que ver en todo ello. Actualmente se están construyendo 912 kilómetros de ferrocarril para comunicar el puerto de Nacala con la mina de Moatize, en la provincia de Tete. La intención es sacar, cada año, 18 millones de toneladas de carbón. La actividad del puerto se ha disparado. Sólo en el último año el número de barcos que utilizan sus muelles ha aumentado un 40 por ciento. El crecimiento del Producto Interior Bruto se sitúa en el ocho por ciento. Sin embargo, la realidad es que, de cada diez personas, siete sobreviven con menos de un dólar al día. A pesar del carbón y de la actividad portuaria, Mozambique es el tercer país más pobre del mundo.
Registro de hijos
Los habitantes de Ontupaia son mano de obra muy barata para la construcción del puerto. Los salarios que cobran, aunque son muy bajos, han ayudado a mejorar sus casas. Comienzan a colocar chapas de zinc en los tejados, a revocar las paredes con algo de cemento, a vallar con malla y alambre los terrenos ocupados. Poco a poco se va transformando el barrio, aunque las necesidades son infinitas: desde la falta de agua, electricidad y saneamientos, hasta la escasez de comercios, centros de salud, escuelas y servicios sociales. La pobreza del barrio y la falta de casi todo empujaron al obispo a pedir ayuda. La población sigue creciendo sin parar y la respuesta del Estado no es tan rápida como las necesidades del pueblo. Ontupaia, “el lugar donde salta el león”, se va transformando, con el esfuerzo de las Hijas de la Caridad, en un lugar habitable. Uno de los primeros proyectos de las hermanas fue animar a las familias para que registrasen a sus hijos. Eran muchos los niños y niñas que no estaban registrados y, por lo tanto, no existían para el Estado y no se podían escolarizar. El problema se complicaba cuando los padres estaban en paradero desconocido y los familiares a cargo de los pequeños no sabían exactamente cuando nació el niño. Por si no fuera suficiente con esto, el precio de la inscripción en el registro civil se convertía en el escollo definitivo para los más pobres. Desde el año 2008 las hermanas visitaron a más de mil familias y se reunieron con los jefes de las asociaciones de vecinos. El trabajo de campo sirvió para recabar información sobre las condiciones de las casas, el tipo de familias, el acceso a los servicios básicos y, sobre todo, la situación de los menores. Eran demasiados los que estaban sin escolarizar. En sus visitas a las casas, las hermanas descubrieron que muchos alumnos iban a la escuela sin saber hablar portugués. Esto complicaba su socialización y retrasaba tanto su desarrollo que impedía un aprendizaje normal.
Escolinhas
Las Hijas de la Caridad ven la necesidad de abrir jardines de infancia para una atención pre escolar. La idea es proporcionar a los pequeños esa base educativa con una atención personal. Esto facilita su incorporación a la escuela normalizada. Las hermanas se dieron cuenta de lo importante que es cultivar a edades tampranas todas las áreas de desarrollo. Estos niños y niñas, menores de 6 años, además de aprender el portugués, cambian su modo de comportarse. Se vuelven más expresivos y desarrollan sus habilidades psico-motoras. Entre 600 y 700 euros al mes es lo que les cuesta a las hermanas mantener esta red de aulas de preescolar en Ontupaia. Sin la ayuda de la ong española COVIDE – AMVE esta tarea sería imposible.
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