
Muchas felicidades, amigos Paúles.
No os dejéis vencer por el desánimo, la desidia ni la desesperanza. Vuestro carisma es faro que ilumina a la Iglesia y una necesidad eterna: anunciar a Jesucristo hasta el día en que vuelva de nuevo, pues esa es la misión que Él mismo nos dejó. Y en este tránsito, a dedicarse a hacer más transparente el Reino de Dios, que ya está aquí pero “aún no”.
No os desaniméis por la falta de vocaciones. La obra de Dios es obra del Espíritu, y si es de Dios, no faltará su ayuda, ¡nunca lo dudéis!.
Trabajad, estad animosos, y sed luz con vuestra alegría y entrega. Las añadiduras vendrán de mano de Dios y de los hombres a quien Él llame a seguir vuestro hermoso carisma.
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