El Hospital General de Marrere está a catorce kilómetros de Nampula, en el distrito de Namaita. Al principio nació como un puesto de salud distrital para atender a sus 35.000 habitantes. El acuerdo entre el Gobierno y la Archidiócesis lo transformaron en hospital para dar cobertura sanitaria a más de 300.000 personas procedentes de las aldeas y poblados de la periferia de la gran ciudad. Nampula está a sólo quince minutos de coche. Es la capital del norte y la segunda ciudad más poblada de Mozambique. Tiene casi cuatro millones de habitantes. Marrere es una zona muy pobre con un índice de analfabetismo del 70%. La mayoría llegó aquí huyendo de la guerra. La agricultura es de subsistencia y comercio muy precario. El entorno natural de Marrere es adverso por la falta de lluvia. A esto hay que añadir la pobreza imperante, las secuelas de la guerra, y la muy deficiente infraestructura sanitaria. Enfermedades como la malaria, sida, tuberculosis, diarreas, enfermedades de las vías respiratorias, etc. son una constante. El hospital general tiene 135 camas y atiende diariamente a 270 enfermos entre niños y adultos. La plantilla de trabajadores está compuesta por 146 personas, aunque sólo hay dos médicas y 14 enfermeros. El resto es personal técnico, auxiliar y de servicio.
Pobreza
De cada diez mozambiqueños, siete viven con menos de un dólar al día. Son pobres. Muy pobres. Esto incide directamente en la salud. Los indicadores de Mozambique están por debajo de los niveles medios en la región del África subsahariana. Enfermedades como la malaria, la diarrea, la tuberculosis y el sida, son las principales causas de mortalidad. La malaria es responsable del 40 por ciento de las muertes de menores de cinco años. En zonas rurales como esta de Marrere el número de afectados es aún mayor. Los porcentajes de mortalidad infantil en Mozambique están entre los más altos del mundo. Las causas se pueden prevenir fácilmente. Casi todo está relacionado con la escasez de servicios básicos: Falta de médicos, falta de agua y ausencia total de saneamientos. Sólo un 40 por ciento de la población tiene acceso al agua potable. El resto consume lo que tiene más a mano. Esto explica que se dispare el índice de diarreas que, a su vez, aumentan la malnutrición. En Marrere más de la mitad de los niños menores de cinco años están malnutridos.
Nacaroa
Las Hijas de la Caridad llegaron a Mozambique hace 72 años. Al principio se establecieron en la capital, en Maputo. Poco a poco fueron abriendo comunidades por todo el país con el fin de atender a los más pobres. Su primera comunidad en el norte fue esta de Nacaroa, a dos horas y media de Nacala, el puerto más importante del oriente africano. El obispo les pidió que abrieran una escuela porque la tasa de analfabetismo estaba disparada. La pobreza extrema de la zona fue otro de los motivos que animó a venir a estas hermanas. El internado acoge a las niñas que viven en las zonas donde no hay escuela secundaria. Las que están aquí estudian octavo, noveno y décimo. Tienen entre 14 y 18 años. Ocurre que las niñas, a partir de los nueve años, tras los ritos de iniciación, se casan y quedan fuera del sistema educativo. Esto explica que el analfabetismo en esta zona rural entre las mujeres llegue hasta el 95 por ciento. La promoción de la mujer es prioritaria para las Hijas de la Caridad. Al estar alejados de la capital y en una zona enteramente rural, el desarrollo es muy lento. La población es extremadamente pobre. Las Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl han venido a dar vida y esperanza a los 90.000 vecinos de Nacaroa. Su escuela es un auténtico oasis en el desierto educativo. Con su trabajo y la solidaridad de la gente de buena voluntad, demuestran que otro mundo es posible, que la pobreza tiene solución. Si no existieran estas mujeres, habría que inventarlas.
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